En enero de 2019, Marion Cotillard e Isabel Coixet convergieron en las tendencias de Twitter de una manera algo insólita. Insólita, porque ninguna de ellas estrenaba película. Y también porque ambos nombres estaban ligados por algo más que el cine en esa ocasión: por la privacidad en nuestros teléfonos móviles y los datos que estos ofrecen a las compañías publicitarias.
Se preguntaba Isabel Coixet en su artículo en El País si los teléfonos nos espiaban, y si, si ese fuera el caso, captaban las palabras que se pronunciaban y las trasmitían para que recibiéramos en forma de publicidad, en su caso, un artículo sobre ciertos trucos de belleza de Marion Cotillard. Esta es una pregunta que, a tenor de la respuesta de los usuarios de Twitter, no solo se la hace Coixet. Una cuestión que, por cierto, ciertos grandes almacenes han aprovechado para hacer una estupenda campaña de publicidad.
Para evitar intrusiones en el teléfono, hay quien toma la drástica decisión de retirar todos los permisos del micrófono –excepto el de gestión de llamadas-, para que ninguna aplicación pueda escuchar sus conversaciones y por tanto enviarles publicidad personalizada. Pero ¿qué ocurre cuando adquirimos un aparato –o una aplicación- cuyo único objetivo es escucharnos y prestarnos sus servicios? Por ejemplo, los asistentes domésticos Amazon Echo (con el asistente Alexa) , Google Home o HomePod de Apple (asociado a la famosa Siri). Estos aparatos se activan con un comando vocal (“Siri”, “Ok Google”) y almacenan las conversaciones que tenemos con ellos y, a la vez, multitud de datos que no sabemos muy bien donde van a parar y qué medidas se toman para custodiarlos.
Que una empresa almacene conversaciones y datos puede ocasionar que nuestra privacidad se vea vulnerada, incluso si no hay interés comercial en ello. Es el caso, del que se hace eco Xakata, de un usuario de Amazon Alemania que tuvo una experiencia más propia de un capítulo de Black Mirror que de la vida real. Este usuario alemán, animado por la reciente legislación europea de protección de datos, solicitó a la tienda online los datos que almacenaban sobre él. Su sorpresa llegó cuando, dos meses más tarde, recibió un archivo por correo electrónico con numerosos documentos de audio y de texto de conversaciones con Alexa, el asistente de voz de Amazon, cuando él no era usuario de ese servicio ni había adquirido ningún Amazon Echo.
Tras escuchar los audios que Amazon le había enviado y ver que no le correspondían, lo reportó a la empresa, que retiró el enlace de descarga. Sin embargo, los datos continuaron almacenados en su ordenador. Mediante estas escuchas, los periodistas de un medio alemán pudieron localizar al propietario de los datos, ya que en los audios se encontraban los nombres de las personas con las que hablaba, el transporte público que utilizaba y sus gustos musicales, entre otros datos.
De este modo, la intimidad de este usuario de Amazon Echo fue violada por unos desconocidos que pudieron escuchar incluso cómo se daba una ducha, sin que la empresa responsable se pusiera en contacto con él hasta que recibió las preguntas de la revista que se hizo eco del caso. En esta ocasión, Amazon achacó la confusión a un error humano a la hora de hacer el envío y afirma que es un “incidente aislado”. Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto están nuestros datos seguros cuando son susceptibles de ser objeto de otro error humano en cualquier momento.
Además, en este caso se puede constatar que Alexa no solo graba las órdenes que el usuario le da, sino que también graba conversaciones o sonidos erróneos debido a que interpreta que era un comando de voz. Para su correcto funcionamiento, este tipo de dispositivos tienen que estar constantemente escuchando, con los consecuentes riesgos.
¿Qué podemos hacer para conservar nuestra privacidad?
La respuesta más fácil y más radical es comprar un Nokia 2660 solo que envíe SMS y haga llamadas y prescindir de cualquier aplicación, aparato electrónico o cuenta que pueda almacenar nuestros datos. Sin embargo, esto supone también renunciar a las comodidades que nos ofrecen los servicios de Google y redes sociales, por lo que el balance se inclina muchas veces a renunciar a esa privacidad en favor de toda clase de servicios.
Como usuarios responsables, lo que sí podemos hacer es leer cuidadosamente las políticas de privacidad y ser conscientes de qué datos y con qué fin usa cada plataforma nuestros datos. En el caso de los Asistentes Domésticos, por ejemplo, es bastante sencillo acceder a los paneles de control de los dispositivos y ver qué archivos tiene almacenados, de forma que podemos tener total control sobre lo que Google, Amazon o Apple saben de nosotros.
Llevando un simple mantenimiento de los datos que almacenan estos pequeños altavoces es fácil limitar la información que los tres gigantes de la tecnología tienen sobre nosotros. Eso sí, a costa de perder una comodidad y de imponernos la obligación de, una vez a la semana, entrar en el historial del asistente que hayamos escogido y eliminar las grabaciones que se hayan efectuado sin permiso o que no queramos que se conserven.
– Socio en 451Legal – Abogado especializado en Derecho de Internet, propiedad intelectual y tecnología. Consultado frecuentemente por medios de comunicación.